Después de mucho tiempo leyendo comentarios elogiosos de ella, y con el dato siempre estimulante de haberla basado en un relato de Stephen King, y por supuesto su director Mike Flanagan, la pudimos ver por fin en esta edición de Sitges con gran expectación por nuestra parte: “La Vida de Chuck”.
Pero vayamos ordenando datos poco a poco, ante todo hay que destacar
a su director todo un conocido para los amantes del terror con títulos como “Doctor
Sueño” o “El Juego de Gerald”, y con producciones para televisión
como “La caída de la Casa Usher” o “Misa de Medianoche”, y que
habrá que seguir de cerca porque el próximo año estrenará una adaptación de “Carrie”.
Su historia nos cuenta tres momentos de la vida de Charles
Krantz en orden inverso, desde su muerte por un tumor cerebral hasta su feliz
infancia en una casa supuestamente encantada.
Tal vez sea una de las historias más tristes vistas en una
pantalla cinematográfica en los últimos años, pero aquí radica una de sus
grandes cualidades, porque en ningún momento busca el sentimentalismo, sabiendo
moverse en un difícil equilibrio sin caer en el melodrama en ningún momento y
que logra tenernos como espectadores con una profunda emoción durante todo su
metraje.
Y es ante todo una reflexión acerca de la vida, sobre la
memoria y la muerte, pero a su vez es capaz de dar un mensaje de celebración sobre
nuestra existencia, en uno de los momentos cumbre de la película, en una
memorable escena de baile por parte del personaje principal.
No podemos olvidar tampoco su montaje en estructura inversa
que siendo arriesgada logra una gran efectividad y la capacidad de lograr unas
interpretaciones maravillosas por parte del actor Tom Hiddelston
destacando su número musical bailando al más puro estilo Fred Astaire, y
el resto del reparto que logran dar una gran carga de humanidad a todos los
personajes.
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